INTRODUCCIÓN
La transición del dominio unipartidista a la democracia en México se enfocó en nivelar el campo de juego para que los candidatos de oposición pudieran competir en igualdad de condiciones contra quienes estaban en el gobierno. Las elecciones de 2018 son una prueba irrefutable de que esos esfuerzos tuvieron éxito. Andrés Manuel López Obrador, dirigiendo a Morena —el partido emergente— llegó al cargo con la victoria más contundente desde las elecciones presidenciales de 1982. Gracias a unas instituciones electorales de clase mundial, ya pasaron los días en que el fraude electoral podía negar a los candidatos de oposición las victorias que habían obtenido en las urnas. Pero a pesar de estos avances, los problemas en el manejo de elecciones se esconden bajo la superficie. No sólo han sobrevivido a la transición a una democracia plenamente competitiva los planes sistemáticos para comprar el apoyo electoral de los ciudadanos, sino que el uso del clientelismo electoral parece haber aumentado con el tiempo.1 En este artículo se ofrece una descripción detallada de la práctica del clientelismo electoral en las elecciones nacionales de 2018, basada en datos originales de encuesta.
En general, encontramos que las elecciones nacionales de México en 2018 estuvieron inundadas de dádivas electorales. Más de 42 por ciento de los votantes incluidos en nuestra encuesta panel reportan que algún partido político les ofreció algún bien o servicio durante la campaña, excluyendo pequeños regalos que podrían ser interpretados como publicidad de campaña (si incluyéramos también esos regalos, todas los ofrecimientos habrían alcanzado a 52.9 por ciento de la muestra).2 A cambio del ofrecimiento, 83.7 por ciento de estos ciudadanos fue animado a votar por un candidato particular, a simplemente votar o a quedarse en casa el día de la elección.3 Todos los partidos políticos distribuyeron dádivas, aunque la coalición liderada por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) fue la que más lo hizo, seguida por la coalición liderada por el Partido Acción Nacional (PAN). La coalición de Morena también participó en el intento de comprar votos, aunque con una participación menor.
1 La compra de votos es considerada normativamente inaceptable por los ciudadanos mexicanos (Schedler, 2004) y se ha argumentado que socava la confianza popular en las posibilidades electorales de los partidos de oposición (Fox, 1994; McCann y Domínguez, 1998).
2 De los 583 encuestados del panel, diez no respondieron si se les habían ofrecido dádivas electorales. De los 573 restantes, a 303 (52.9%) se les ofreció una dádiva en cualquiera de las dos olas de la encuesta. Si se excluyen los 29 encuestados a los que sólo se les ofreció un pequeño obsequio y los 54 que no especificaron qué se les ofreció, se obtienen 220 de 519 (42.4%). A partir de ahora, nos enfocaremos principalmente en estos 220 encuestados, a los que llamamos “ciudadanos objetivo” de las maquinarias políticas.
3 A 180 de los 220 ciudadanos que recibieron un ofrecimiento se les pidió su voto, participación o abstención, pero cinco de los encuestados no especificaron lo que se les pidió, lo que deja 215 encuestados en el denominador.
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