Por: Mayra López Palacios, Estudiante de la Licenciatura en Derecho del CIDE, generación 2018-2022.
En 2019, uno de los métodos anticonceptivos con más de 100 millones usuarias en el mundo era la píldora anticonceptiva (UN Department of Economic and Social Affairs, 2019). Este fármaco redefinió la identidad de las mujeres, pues les otorgó la posibilidad de determinar el número y espaciamiento de sus hijos e hijas, así como ejercer su sexualidad. Sin embargo, la píldora también ha causado controversia dentro del sector al cual está dirigido: las mujeres. Con base en diversas perspectivas feministas, la presente entrada sostiene que, si bien la píldora permitió que las mujeres obtuvieran mayor control de su capacidad reproductiva, esta tecnología de la reproducción no está exenta de participar en dinámicas hetero-patriarcales.
Las tecnologías de la reproducción son aquellos procedimientos y tratamientos cuyo objetivo es “manipular o interferir con las funciones naturales, ya sea para tener o para evitar tener hijos [e hijas] o para influir en la calidad de los hijos [e hijas] que nacen” (Koch & Morgall, 1987). En términos generales, la píldora es considerada como una tecnología de la reproducción en la categoría de anticonceptivos y tratamientos de infertilidad (Koch & Morgall, 1987).
Respecto al contexto histórico, la píldora fue desarrollada en Estados Unidos durante la segunda ola feminista que buscaba la igualdad de la mujer, así como eliminar la discriminación. De acuerdo con Betty Friedan, feminista clave de este periodo, las mujeres padecían del “malestar que no tiene nombre”, ya que la sociedad dictaba su papel pero había una voz dentro de ellas que decía “quiero algo más que mi marido, mis hijos y mi hogar” (Friedan, 1963). Creado por la cultura y la misma feminidad, ese malestar y problema de identidad nacía del falso dilema entre ser una mujer o una persona.
La píldora anticonceptiva como tecnología de la reproducción
Es necesario mencionar que la clasificación de los puntos de vista feministas fue realizada con fines prácticos, ya que en la realidad la división no es tan tajante y muchas veces existen diferencias dentro de una perspectiva.
1. La píldora como mecanismo de liberación
1.1 Feminismo liberal
Esta corriente defiende la autonomía de las mujeres para decidir sobre sus cuerpos (Rushing & Onorato, 2003). En este sentido, la píldora anticonceptiva otorga a las mujeres un mayor control sobre sus cuerpos y vidas, lo cual les permite continuar luchando por la igualdad y sus derechos. Asimismo, la píldora caracteriza como voluntaria a la maternidad y ser madre deja de ser la vocación única e inequívoca de la mujer (Rushing & Onorato, 2003). En pocas palabras, sin este método anticonceptivo, la autonomía y los derechos de las mujeres están comprometidos. Ellas abogan por que todas las mujeres tengan conocimiento y acceso a estas tecnologías, independientemente de su físico, preferencia sexual, posición socio-económica o estado civil (Andrews, 1989). De acuerdo con Beth Rushing y Suzanne Onorato, las feministas liberales critican la gran influencia masculina en el campo de las tecnologías de la reproducción y buscan que las mujeres tengan el papel central (Rushing & Onorato, 2003).
1.2 Feminismo eugenésico
Para el feminismo eugenésico, la única manera de salvaguardar a la “raza” es otorgándole a la mujer –blanca y de clase media– mayor igualdad “política, social, sexual y económica” (Ziegler, 2008). Por un lado, Margaret Sanger, exponente principal de esta corriente, defendía el derecho a la maternidad voluntaria y el empoderamiento de la mujer a través de los métodos anticonceptivos (Warren & Ross eds, 2007). Debido a su conexión con el movimiento eugenésico neo-malthusiano, para Sangler los métodos anticonceptivos liberaban a la mujer de la reproducción desenfrenada, por lo que “podrían cuidar y educar mejor a los pocos hijos que tuvieran, protegiéndolas así de vidas de defectos morales y mejorando las generaciones futuras de la raza” (Ziegler, 2008).
Por el otro, Charlotte Perkins Gilman señalaba a la cultura androcéntrica como el origen del declive de la “raza” e insistió en las consecuencias negativas y hereditarias de las restricciones sociales en la anatomía de la mujer (Ziegler, 2008). El acceso a los anticonceptivos era esencial para que las mujeres tuvieran mayores oportunidades tanto educativas como profesionales y así salvar a la “raza” (Ziegler, 2008).
1.3 Feminismo radical
Esta corriente inicialmente sostenía como necesaria la independencia de las mujeres de las responsabilidades reproductivas. Por ejemplo, la primer demanda de Shulamith Firestone era liberar a las mujeres de “la tiranía de su biología reproductiva” (Firestone, 2003). Las mujeres, desde su ciberfeminismo radical, debían tener el control de las tecnologías reproductivas y evitar que fueran utilizadas como otro medio de subordinación. La píldora era el primer paso para crear otras tecnologías que deslindaran a las mujeres de aquello que las somete al hombre e incluso reproducirse de manera extra corporal.
Posteriormente, las feministas culturales radicales adjudican gran importancia a la capacidad reproductiva e identifican la causa de subordinación en la actitud del hombre respecto a la reproducción. Las tecnologías de la reproducción fueron creadas por hombres con el objetivo de aumentar su control sobre las mujeres. Inclusive, la escritora Corea Genaargumenta que éstas fueron producto de la envidia a la capacidad de la mujer de procrear (Gena, 1985).
2 La píldora como otro mecanismo de subordinación
2.1 Tecnofeminismo
El tecnofeminismo de los años 80 critica la estructura patriarcal de la ciencia y la subordinación de la mujer a través de ésta. De acuerdo con esta corriente, la ciencia no es objetiva ni neutral y, por ende, las mujeres deben cuestionar estos instrumentos creados por planteamientos masculinos y para subordinarlas (Dupuy, 2011). Judith Wajcman identifica a las biotecnologías como una fuente de poder que construyen el significado de los cuerpos de las mujeres (Wajcman, 2006). Retomando a Nelly Oudshoorn, Wajcman destaca cómo la píldora influenció las relaciones de género y viceversa, pues esta tecnología anticonceptiva define la función reproductora de las mujeres con un ciclo menstrual de cuatro semanas, a pesar de que naturalmente el ciclo depende de cada mujer (Wajcman, 2006).
2.2 Farmacopoder
Con base en el análisis performativo de Judith Butler y los dispositivos disciplinarios de Michael Foucault, Beatriz Preciado en el Testo Yonqui analiza las estructuras de poder en la industria farmacéutica (la “farmacopornografía”) y el “tecnogénero”. En la farmopornografía, el cuerpo es visto como una fuente de capital y el género es público, es comunidad científica, es red al ser una construcción social performativa numérica (Preciado, 2008). El “tecnogénero” es “el conjunto de técnicas fotográficas, biotecnológicas, quirúrgicas, farmacológicas, cinematográficas o cibernéticas que constituyen performativamente la materialidad de los sexos” (Preciado, 2008). En este sentido, las mini-tecnologías como la píldora son una creación de control miniatura para modificar el cuerpo que, a diferencia del biopoder de Foucault, son estructuras ejercidas e impuestas por y sobre nosotras, sin necesidad de estructuras masivas como una cárcel. Para Preciado, “el género, como la píldora […], no emergen en el discurso político del feminismo, sino en los laboratorios del farmacopornismo” (Preciado, 2008).
Preciado reconstruye la píldora como un dispositivo de auto-vigilancia: el “panóptico comestible”. La consumidora sustituye a la torre de vigilancia del modelo clásico; la administración oral es el látigo; su cuerpo, la celda; la libertad y emancipación sexual femenina, el castigo; es “un laboratorio estatal miniaturizado instalado en el cuerpo de cada consumidora” (Preciado, 2008). Más allá de lo físico, la píldora produce el alma de la “putita heterosexual sujeta a los deseos sexuales del bio-macho de Occidente” (Preciado, 2008). De esta manera, las mujeres reducen su fertilidad sin eliminar la posibilidad de concebir, ya que en la lógica heterosexista una relación sexual sin fines de reproducción no tendría sentido (Preciado, 2008).
Conclusión
En resumen, si bien la píldora anticonceptiva permitió que las mujeres obtuvieran mayor control de su capacidad reproductiva, esta tecnología de la reproducción también participa en las dinámicas patriarcales. El discurso tradicional posiciona a la píldora como el símbolo de emancipación y corre el riesgo de omitir su uso como tecnología de producción. En este sentido, es pertinente llevar la crítica feminista a los fundamentos científicos y farmacéuticos de la píldora deben ser analizados críticamente ya que, en cierta medida, promueven una definición de “mujer” desde la lógica hetero-patriarcal. Esta crítica debe evitar relegar a las mujeres a sujetos pasivos y despojarlas de su agencia, por lo que también es menester reconocer que la píldora representa un acto de resistencia para muchas mujeres. Asimismo, el texto invita a continuar deconstruyendo la hegemonía de la cultura anticonceptiva femenina, según la cual la mujer es la responsable total de su reproducción.
Cabe aclarar que lo anterior no implica que las usuarias del método anticonceptivo deban abandonarlo inmediatamente. Es indispensable, sin embargo, hacer consciente las cargas de género que son impuestas a las mujeres a través de la píldora para determinar si efectivamente su uso es de manera libre, pues siempre hay que tener presente que tu cuerpo es un campo de batalla (Kruger, 1989).